LA PARUSIA NO PUEDE ESTAR LEJOS.
(Historia de CRISTO de Giovanni Papini)
"El primer fin, el fin parcial, el local, el fin del pueblo deicida se ha cumplido. Conforme a la sentencia de CRISTO, las piedras de Templo están diseminadas entre los escombros, y los fieles del Templo han muerto en los suplicios o están dispersos entre las naciones.
Queda la otra profecía, la segunda. ¿Cuándo volverá el Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo, precedido por las tinieblas, anunciado por las trompetas de los ángeles?.
""Nadie -dice JESÚS- puede decir el día de su advenimiento. El Hijo del Hombre es comparado a un relámpago, que alumbra de pronto de Levante a Poniente; a un ladrón, que viene cautelosamente en la noche; a un amo, que se ha ido lejos y vuelve de improviso a sorprender a sus servidores.
Es menester velar y estar dispuestos. Purificaos, porque no sabéis cuándo llegará, y ¡ay del que no sea digno de presentarse ante Él!. Cuidad de vosotros mismos, no sea que vuestros corazones se entorpezcan por la crápula, por la embriaguez y por las afanosas solicitudes de esta vida, y ese día os coja de improviso como un lazo; porque de esa manera precisamente vendrá sobre todos los habitantes del mundo entero"".
Pero si JESÚS no anuncia el día, nos dice qué cosas han de cumplirse antes de ese día. Esas cosas son dos; que será predicado el Evangelio del Reino a todos los pueblos y que los gentiles no pisotearán más a Jerusalén. Esas dos condiciones están cumplidas en nuestros tiempos, y tal vez el gran día de acerca.
No hay ya en el mundo nación civil o tribu bárbara donde los sucesores de los Apóstoles no hayan predicado el Evangelio; desde 1.918, los musulmanes ya no mandan en Jerusalen, y hasta se habla de una resurrección del Estado judaico. Cuando, según las palabras de Oseas, los hijos de Israel, durante tanto tiempo sin rey y sin altar, se conviertan al hijo de David y se vuelvan temblorosos a la bondad del Señor, el fin de los tiempos estará próximo.
LA PARUSIA no puede estar lejos. Una vez más, en estos años, las naciones se han lanzado contra las naciones, y la tierra ha temblado, haciendo estragos de vidas, y las pestes, las carestías, los motines han diezmado los pueblos.
Las palabras de CRISTO son traducidas y predicadas en todas las lenguas. Soldados que creen en CRISTO, aunque no todos fieles a los herederos de Pedro, mandan en aquella ciudad, que, después de su ruina, estuvo en poder de Romanos, de Persas, de Árabes, de Egípcios y de Turcos.
Pero los hombres no se acuerdan de JESÚS y su promesa.
Viven como si el mundo hubiera de durar siempre como hasta aquí, y no se afanan más que por sus intereses terrestres y carnales.
"En efecto -dice JESÚS-; como en los días del diluvio se comía y se bebía, se tomaba mujer o marido, hasta el día en que Noé entró en el arca, y nada advirtió la gente hasta que vino el diluvio, que se los llevó a todos, así sucederá al advenimiento del Hijo del Hombre.
Así sucedió en los días de Lot; se comía, se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba, se edificaba; pero el día que Lot salió de Sodoma cayó del cielo una lluvia de fuego y azufre que a todos los hizo perecer. Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del Hombre se manifieste".
Lo mismo sucede en nuestros días, pese a las guerras y las pestes, que han segado millones de vidas en pocos años. Se come y se bebe, se casan, se fabrica, se compra y se vende, se escribe y se juega. Y nadie piensa en el gran día, que, como el ladrón, llegará ignorado, en la noche; nadie espera al verdadero dueño, que volverá de improviso; nadie escruta el cielo para ver si el relámpago surge de Oriente para brillar hasta Poniente.
La vida larval de los vivos es como un sueño delirante de febril pesadilla. Parecen despiertos, porque deliran tras los bienes, que son barro y veneno.
No miran a lo alto, no temen más que a sus hermanos. Tal vez esperan que los despierten, a última hora, los muertos que resucitarán al aproximarse el RESUCITADO.